26 junio 2006


Humanos al fin

casi hemos llegado al ecuador del mundial y muchos equipos están de vuelta en sus respectivos países. Y tras muchos campeonatos de fútbol y de otros deportes, no deja de sorprenderme la escalada de sentimientos que se inicia a falta de pocos minutos para el final. Los jugadores se ponen nerviosos, unos se ponen a dar leña, otros se vuelven imprecisos, las tácticas quedan olvidadas en alguna esquina del campo. En la grada, los mismos que aguardaron con ilusión durante días el inicio del partido cambian la relajación del ocio por un grado de stress mayor que en ningún momento de su semana laboral. Y tras el pitido final, los sentimientos se desatan. La rabia contenida, los músculos tensos, el silencio expectante, trocan en alegría desatada o tristeza incontrolable. Por todos lados y si su equipo ha sido derrotado, se ven individuos un tanto indefensos, solos con su decepción. En cambio los seguidores del vencedor buscan al resto para compartir la algarabía del triunfo.

El caso es que el comportamiento es idéntico en el terreno de juego. Los vencedores corren, gritan y se abrazan. Los vencidos andan desperdigados, con la mirada perdida. Algunos, más enteros, de pie y visualizando el partido, buscando en qué momento pudieron hacer algo más. Otros, lloran desolados, o yacen sobre la hierba. No se abrazan, no comparten la pena. Extraño, se diría que la derrota se digiere mejor en la introspección y encerrándonos en nosotros mismos. No así la alegría o la rabia, sentimientos mucho más empáticos, nacidos para ser compartidos.

Pero la mente humana es una máquina casi perfecta de autodefensa, y mucho más cuando hablamos de cosas que, al fin, tienen remedio. En unos días muchos de los ahora inconsolables estarán frente al televisor tomando partido por una de las selecciones supervivientes y soñando con el próximo mundial, con la próxima oportunidad de vencer. ¡Qué grande es el fútbol!

1 comentario:

  1. Pues sí Cruz, hay cierta similitud. El tío de la foto es un seguidor de Ecuador. No daban un duro por pasar de ronda, y cuando lo consiguen, ¡se mueren de pena por la derrota! Nunca estamos satisfechos.
    Supongo que la "operación Bikini" comienza igual, con objetivos moderados "uhhhmm, a ver si me cabe el bañador del año pasado", y empieza el sacrificio; dieta de la sandía por un lado, litro de agua por otro. Total que cuando consiguen entrar en el bañador, en lugar de estar contentas, ¡se ponen a mirar los cuerpos de las otras! Manda hüevos.

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