30 marzo 2006

Las calles y su esencia

hoy viajaba en taxi pensando en nada, ensimismado (¿o debería decir enmimismado?) con algo que al segundo olvidé. Cuando desperté del letargo me sorprendí con la mirada fija sobre la placa de la calle. "Príncipe de Vergara" rezaba la susodicha. Un amante de la historia como yo habría evocado la imagen de Espartero, "el Pacificador del Norte", nombrado Príncipe de Vergara por sus servicios a la patria, pero en ese momento me dio simplemente por pensar en la razón de nombrar las calles.



Según tengo entendido, en otros países como Estados Unidos o Brasil las calles simplemente se numeran. Aquí en España sólo se hace en algunos polígonos industriales. Y el caso es que, en aras de la comprensión del mapa de una ciudad, la simple codificación alfanumérica de las vías evitaría muchos trastornos al viajero, al repartidor, o al nuevo del barrio. Pero cuán frío e impersonal ¿no?; ¿acaso no es más hermoso homenajear al personaje ilustre, a la ciudad tal o cuál, o al accidente geográfico equis?.

Que se lo digan al ilustre Espartero, Príncipe de Vergara por la gracia del efímero Amadeo I de Saboya. Hoy da nombre a una vía de cinco carriles quien derrotó a los ejércitos del Carlismo con tanta eficacia como crueldad, convirtiéndose por ello en uno de los militares más laureados de la historia de nuestro país. Lo curioso es que, aunque Baldomero Espartero nunca lo sabrá, a pocos metros de su calle se encuentran la que homenajea a su más tremendo enemigo, el general Narváez, o la que recuerda al general Diego de León, ejecutado por oponerse a él. ¡Qué irónica es la Historia!

2 comentarios:

  1. A mi además me resulta fascinante el cambio de nombre de las grandes calles según el vaivén político, y la realidad de que personas mayores hayan conocido Príncipe de Vergara con la II República, General Mola con la dictadura y de nuevo Príncipe de Vergara.. o que las madres sigan yendo de compras al Corte Inglés de Generalísimo.
    Y lo que para unos suena a política a otros les parezca casi exotismo.

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  2. Y lo peor es que a veces los cambios son bastante gratuitos. Hay una calle en Madrid, General Díaz Porlier, que recuerda a un oficial español del ejército que se enfrentó a la ocupación francesa. Tras la guerra el nombre de la vía fue cambiada por Hermanos Miralles, un par de falangistas que destacaron en el frente de la sierra de Madrid y cuya osadía o valentía y si duda alocada juventud pagaron con la vida. Casi nadie sabe hoy quiénes fueron el uno y los otros, ni que honores merecieron en vida para que en el futuro su nombre adornara una vía de la capital.
    Lo único cierto es que siempre habrá algún funcionario público dispuesto a jurar que otro héroe patrio de ésta o aquélla causa, merece más lustrar la chapa de calle en cuestión. ¡País!

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