09 julio 2006

Tesoros perdidos

cuando alguien hace mención a un tesoro perdido nuestra imaginación siempre juvenil nos evoca aventureros buscando esmeraldas en alguna selva ignota, o buceadores huyendo de algún pulpo gigante entre los restos de un galeón hundido. Quizá nos acordamos de algún relato de Julio Verne o Emilio Salgari o de alguna película de Burt Lancaster o de Harrison Ford.

Aun siendo relatos de ficción, sí tienen su reflejo en la realidad. De vez en cuando los periódicos nos cuentan que tal o cual red de saqueadores ha sido desmantelada, y nos ofrece imágenes de cientos de ánforas, monedas, armas que llevaban siglos e incluso milenios sin ver la luz. Debe ser emocionante ver lo que nadie en tantos años ha contemplado. ¿Qué emoción debió sentir Howard Carter cuando entró en el sepulcro de Tut-ank-Amón?


Lo malo es que a menudo, ya sea por catástrofes naturales, saqueos, accidentes, simple desidia o por supuestos dogmatismos religiosos o políticos, muchas obras de arte se pierden para siempre. Cuentan las crónicas que en el incendio que destruyó la biblioteca de Alejandría en el año 48 a. de C apenas se salvó nada y sabemos que 900.000 volúmenes o rollos se almacenaban en sus anaqueles. Algunos se salvaron (Se sabe, por ejemplo, que allí existían 123 obras teatrales de Sófocles de las cuales sobrevivieron 7) pero ¿cuántas otras se perdieron?. Quizá existieron sabios de la talla de Aristóteles o Pitágoras cuya sabiduría se perdió entre las llamas pero nunca lo sabremos.

Por poner un par de ejemplos modernos, en los atentados del World Trade Center en Septiembre de 2001, se perdieron cuadros de Picasso y Klee, y esculturas de Rodin. En la otra punta del mundo el fanatismo religioso de los talibanes se llevó por delante los Budas del valle de Bamiyán, estatuas de 55 y 36 metros de alto esculpidas en una depresión de arenisca entre los siglos III y IV.

¿Cuántas obras de los genios del Arte habrán sido destruidas? Nadie disfrutará con su visión, con su melodía o con su tacto, así que concentrémonos en cuidar las que hay. La Humanidad perdurará por milenios, y las generaciones futuras merecen que cada una de las anteriores custodie la música de Mozart, los ingenios de Leonardo o las esculturas de Fidias y de muchos otros.

2 comentarios:

  1. Tuve la experiencia en la carrera de ver fotografías en blanco y negro de esculturas y pinturas, que estudiábamos como obras maestras... al tiempo que el profesor nos decía "Esta obra ya no existe, fue destruida en un bombardeo sobre Berlín en la II Guerra Mundial"
    La sensación era desoladora.

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  2. Supongo que todo esto nos lleva a una conclusión. Nada es eterno!!!

    By the way.. ¿Habies visto el reportaje del "el pais semanal" en el que describían como trasladaron las obras de arte del museo del Prado a Valencia? Impresionante

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