01 octubre 2006

Personajes históricos (VI) Gengis Khan 1162 (?) - 1227

El siglo XIII nace en Occidente como un revulsivo de la decadente Edad Media. Como un oscuro prefacio de la caída de Al-Ándalus mueren Averroes (1.198) y Maimónides (1204). Ambos filósofos fallecen lejos de su patria, dominada por los extremistas almohades. Al mismo tiempo la cristiandad, en un ataque de ombliguismo (como diría Caracolico), se obsesiona con la herejía cátara en el Sur de Francia. Vientos nuevos llegan de Oriente y Bizancio pierde influencia día a día frente a los turcos.

Y mientras Europa espera el albor del Renacimiento, en la lejana Asia un nombre atrona las estepas y llena de temor a todos y cada uno de los reyes chinos: Gengis Khan el caudillo mongol. El siglo XIII no entra en Asia de la mano del arte o las ciencias, sino del poder militar y el ansia de botín de un pueblo nómada.

Gengis Khan unifica las tribus mongolas y convierte un sinfín de partidas aisladas en un tremendo ejército sin parangón en toda la tierra. Sus batallones de caballería pesada son un enemigo nuevo nadie está preparado para resistir. Sus jinetes recorren cientos de kilómetros cada año en una estrategia que sólo Alejandro había utilizado antes y que inspiraría siglos después a Napoleón o a la Blitzkrieg (guerra relámpago) alemana en la II Guerra Mundial.

No está nada claro que Gengis Khan tuviera en su cabeza un plan definido de expansión y quizá fue esclavo de su propio éxito pero el caso es que en poco más de veinte años consiguió dominar una extensión de más de 35 millones de km cuadrados donde vivía la mitad de la población mundial de la época: desde el Pacífico hasta Persia. Tras su muerte su imperio no sólo no se desmembró sino que sus hordas atacaron Occidente, derrotando a los príncipes europeos en Polonia y Hungría y a los turcos en Egipto.

Curiosamente los mongoles nunca fueron vencidos por un ejército enemigo sino por su propia burocracia. Sus sistemas de sucesión estaban basados en la elección entre los príncipes de las tribus ( "primus inter pares"). Esto hacía que los mongoles tuviesen que interrumpir sus ofensivas y regresar a Asia para la elección del nuevo Khan. Este proceso podía durar años enteros, lo cual facilitaba el rearme de sus enemigos. Por otro lado, la ventaja era que el elegido era siempre un líder capaz, a diferencia de lo que sucedía en las monarquías hereditarias.

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