09 noviembre 2011

Tierra Santa

Heme aquí, algo reptante tras una noche de amigos y vinos (no copas, que me tocaba conducir), y dispuesto a pasar unos días solitarios en Collado Hermoso. La feliz vida del ermitaño con sueldo a fin de mes. En fin, "dura vita, sed vita". Soy un sujeto afortunado, lo sé.

Para desintoxicarme no me llevaré el ordenador, aunque sé que no podré evitar mantener activada la conexión de datos del teléfono. Eso significa, más o menos, un desenganche al 75% de la actividad digital. No creo que lo eche de menos con las montañas tan cerca. No sé que tiene la sierra, pero consigue que me olvide de todo así se la carretera hacia el pueblo se hace empinada. El Puerto de Navacerrada es el último confín de mis preocupaciones urbanas. Desde allí, descenso reticulado entre pinos centenarios. ¡Tierra Santa!, - exclama el padre de un amigo mío cuando se abre ante él la llanura de la Castilla norte; supongo que la contemplación del terruño le hace ver visiones.

Bye, ciudad. Hello aldea.




2 comentarios:

  1. A veces me gustaría perderme un par de semanas sin ordenador, sin Internet, olvidarme del trabajo, de la ciudad y de toda la gente que me rodea.

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