30 junio 2019

Las hacenderas

"Hacendera. (De hacendero). 1. f. Trabajo a que debe acudir todo el vecindario, por ser de utilidad común."

Esta es la definición que da la Real Academia de la Lengua sobre una de las tradiciones de las tierras del Sur de Segovia, donde subsiste la costumbre de realizar ciertos trabajos entre todos los vecinos.

Cuentan los abuelos que había muchas tareas que hacer en comunidad en un pueblo pequeño como Collado Hermoso. Aun la generación de los que emigraron a la ciudad recuerda que se establecían turnos de "vaqueros" para cuidar el ganado de todos, mientras cada familia se dedicaba a las labores agrícolas. Un par de adultos se ocupaban de vigilar las vacas, y unos cuantos niños, de las cabras y ovejas.

También había hacenderas para restaurar muros en la dehesa o trabajar en otros terrenos de aprovechamiento general. Era importante la limpieza de las caceras por las que se desviaba el curso del río hasta llevar el agua a los cultivos o la hacendera que ha llegado hasta nuestros días, para adecentar el pueblo en vísperas de fiestas.

Trabajamos juntos en el casco urbano del pueblo y en sus alrededores un par de días al año, antes de San Juan, en Junio, y antes de la fiesta de la Virgen de la Salud, en Agosto. Trabajo duro para manos poco entrenadas, hasta el punto de que los octogenarios nos dan una buena paliza en términos de dedicación y sobre todo, de eficacia.

Durante el tiempo de trabajo, dividido por cuadrillas, escuchamos las historias de los mayores,  y a menudo surge la oportunidad de conocer a gente con la que normalmente no nos relacionamos a lo largo del año. La hacendera de Junio, es más dura y se habla poco, pues encontramos el pueblo algo salvaje tras Invierno y Primavera. En la hacendera de Agosto vienen más vecinos, muchos de ellos chavales y chavalas, y el ambiente es mucho más festivo.

corta de fresnos y bardagueras en el Camino de Pelayos



En tiempos, era costumbre que al menos una persona de cada casa participara en estos trabajos, en representación de su familia. Hoy es totalmente voluntario, y aun así nunca es desdeñable el número de personas que se acercan dos veces al año a la plaza, toman sus aperos y se encaminan allá donde haya suciedad, matojos o algún árbol cuyo ramaje obstaculice o resulte potencialmente peligroso en un día de viento.

Tras trabajar, comemos juntos, sea un paella o unos bocadillos acompañados de vino y refrescos. Un buen colofón a una jornada de buena vecindad y trabajo común. Y con la satisfacción de mantener la tradición.

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