19 enero 2020

Ecosistemas: de la labranza a la pradera

Dicen los naturalistas que el número de aves que viven en las zonas donde antiguamente había cultivos disminuye. Y seguro que tienen razón, desde luego en cuanto al número de ejemplares, quizá no tanto en cuanto a la variedad. En Collado Hermoso el paisaje ha cambiado mucho en el último siglo. Sobre todo en el monte, que en solo cincuenta años ha pasado de ser un piornal a un bosque de coníferas. Pero también en el llano.

Antaño toda la zona Norte de nuestra aldea, la más baja, estaba cubierta de cultivos, de ahí su apelativo "El Labrao". Estas praderas se dedicaban al centeno, algo de trigo, a las patatas o más recientemente a regadíos como el maíz o la berza y forrajeras como la alfalfa. Alimentaban a los humanos y su ganando , y también a muchas aves y a pequeños mamíferos, sustentando indirectamente a estratos superiores de la cadena alimenticia. También existían decenas de caceras para repartir el agua, y que tenían su ecosistema particular, con pequeños invertebrados (aquellos caracoles que ya no se dan por aquí) y anfibios. Como consecuencia de esos usos humanos, sí es posible que hubiera más fauna volandera y corredera que ahora.

En la actualidad la agricultura ha desaparecido en Collado Hermoso. Tan sólo quedan unos cuantos huertos recreativos que sirven de pasatiempo y valioso aporte de vegetales "ecológicos" para los cuidadores que mantienen la tradición. La agricultura extensiva desapareció hace medio siglo y con ella El Labrao se convirtió en un baldío. De hecho, durante unas décadas solo produjo hierba para ser segada y empacada a principios de cada Verano para que las vacas subsistan durante el Invierno.

Las empacadoras aun están pero la naturaleza gana terreno al hombre, y gran parte de la pradera se está convirtiendo en mata arbustiva. Rosales silvestres, majuelos, endrinos y zarzamoras proliferan por doquier, también sotos de robles con su producción de bellota, y eso significa mucho alimento disponible. El abandono de los cultivos pudo traer una estacional reducción de aves cuyo alimento era básicamente el grano, pero hoy se está revirtiendo la tendencia. Para nada puede ser nocivo que el campo se regenere y vuelva a un estado parecido al que tuvo en tiempos en los que la densidad humana era menor. El equilibrio llega tarde o temprano. Y esa abundancia de alimento en forma de bayas y bellotas en Otoño es una prueba de ello.

Este fin de semana he visto al corzo, he oído chillar al zorro, he encontrado un topo muerto, varias rapaces, un conejo, una familia de ruidosos rabilargos enfrentada a otra de no menos ruidosos estorninos. Ya no hay tanta variedad de aves como en Verano, pues muchas han emigrado, pero el campo sigue vivo, incluso cuando se acerca el invierno, ...

(extraído de Arannau)

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