02 febrero 2020

Vidas de noche

A veces salgo a dar una vuelta por el campo, cerca del pueblo, cuando la oscuridad lo cubre todo. Nunca me alejo mucho, salvo algún paseo en noches de luna llena, con marchas largas en la montaña, siempre en grupo. La noche en los bosques sigue generando un temor atávico en los hombres, y no soy una excepción. Nuestros sentidos, ya de por sí limitados de día, se vuelven casi inútiles de noche y nos sabemos vulnerables. Todo suena hostil. Y los sonidos son muchos y variados.

No somos los únicos que elegimos una sola franja horaria para nuestra actividad. Muchos animales viven de día y duermen, ocultos, de noche. Pero hay muchos otros cuyo ecosistema favorito pasa por la oscuridad. En Collado Hermoso no es fácil ver un erizo de día, por ejemplo, y mucho menos alguna de esas rapaces nocturnas que ululan entre las tinieblas. Pero están ahí. Les oímos en la negrura de la noche, vemos sus madrigueras y nos dejan sus rastros. Huellas en el barro o la nieve; también sus excrementos.

Es normal encontrar sus madrigueras en el bosque, bajo grandes rocas, y probablemente muchas veces pasamos junto a ellas de día cuando sus ocupantes descansan, ocultos, dentro de ellas. Cuidadito con molestarles, a nadie le gusta madrugar.



Uno de estos animales nocturnos recientemente detectados gracias a sus rastros es el gato montés (felix silvestris). Un gato muy parecido a los domésticos "atigrados" que siempre hubo en el pueblo, con los que de hecho se híbrida de tanto en cuanto, por lo que probablemente hay pocos gatos monteses 100% puros en nuestro entorno.



Este animal, de costumbres nocturnas, suele dejar sus excrementos, bien en letrinas, o en los bordes de su territorio, en lindes entre las praderas o estepas donde caza y las zonas boscosas donde descansa. Debe ser relativamente frecuente en los alrededores del pueblo, a tenor del número de rastros.



Sus excrementos miden entre 5 y 10 centímetros con varios cuerpos engarzados y con un característico acabado en punta. Comen normalmente roedores o conejos (no son frecuentes en nuestra zona). No desdeñan la carroña. Tampoco escarabajos u otros invertebrados. En sus excrementos por tanto suele encontrarse pelo y pequeños huesecillos, así como caparazones y restos de partes duras.

Todos estos animales proliferan en un terreno vacío de personas, con muy baja densidad de población y escaso tráfico nocturno en las carreteras. No obstante, a veces la fauna nocturna cae víctima de las ruedas, como este pobre tejón atropellado el pasado mes de diciembre en la carretera entre Pelayos del Arroyo y Sotosalbos.



Más allá de estos ocasionales conflictos con los humanos, todos estos noctámbulos no tienen más enemigos que algún ataque ocasional del lobo o de las grandes rapaces, normalmente a ejemplares jóvenes. Buen sitio la Sierra Norte de Guadarrama para ellos.

Seguiremos informando si encontramos nuevas noticias de estos bichos, de garduñas o de jinetas. ¡Estad atentos!


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